Perdón por no publicar en tanto tiempo, pero es que he estado en un congreso durante cinco días. Y no era un congreso cualquiera: se trataba de la mayor reunión de periodistas científicos del mundo, el congreso anual de la National Association of Science Writers. Es decir, que durante cinco días estuve entre iguales (¡groupies de la ciencia!), y disfrutándolo. También andaban por ahí alguno que otro de mis ídolos (Nicholas Wade, Robin Maratz Henig, el coordinador del Knight Science Journalism Tracker...). A algunos me atreví a acercarme y decirles cuatro cosas, con otros no osé.
Desde hace tres años, la reunión de NASW se celebra conjuntamente con unas sesiones organizadas por el Council for the Advancement of Science Writing, un grupo orientado a mejorar los conocimientos científicos de los periodistas. Y la verdad, las dos asociaciones se complementan a la perfección: mientras la primera organiza seminarios sobre el estado de la profesión y sobre cómo mejorar la carrera de los periodistas científicos, la segunda monta conferencias sobre temas científicos punteros.
Así, CASW organizó unos doce seminarios de neurobiología, nutrición, reproducción, ecología y epidemiología, por mencionar unos cuantos. Disfruté como una enana con algunos de los ponentes, como con Samuel Wasser, que se dedica, por una parte, a realizar análisis del ADN de los colmillos de elefantes confiscados para determinar de qué país proviene el contrabando, y por otra parte, a entrenar a perros para que encuentren los excrementos de animales en peligro de extinción (y así poder realizar censos, por ejemplo). Aquí hay una historia sobre este buen hombre. A ver si tengo suerte y convenzo a alguien de que me dejen escribir sobre su trabajo.
También me hice coleguilla de una reportera de Los Angeles Times que me comentó que estaba encantadísima de estar en la sección de ciencia, porque en su anterior puesto de periodista generalista le tocaba hacer cosas como pasarse un día entero en la sala de visitas de la cárcel donde metieron a Paris Hilton, para ver si algún famosillo venía a visitarla.
Otra periodista me confesó cual era el verdadero beneficio que obtenía de esta reunión: terapia psicológica gratis. “En la redacción soy la única que trata temas de ciencia, y los demás me miran como a un bicho raro", me explicó. "Pero cuando vengo aquí estoy entre iguales y recupero la idea de por qué nuestra especialización es importante”. Le entendí perfectamente: cuando cursé el segundo ciclo de periodismo en la UPF, 77 de mis 80 compañeros de clase provenían de una carrera de letras y me miraban como a una curiosidad.
Bueno... puede que al fin y al cabo sea verdad que los periodistas científicos somos unos raritos. Pero ¿y lo bien que nos lo pasamos?
6 comentarios:
Kien no sea rarito ke levante la mano.
Menos mal, creía que estabas durmiendo en un estadio por lo de los incendios.
Pues si los periodistas cientítficos sois unos raritos para la galería, no te quiero contar los científicos de ciencias sociales. ¿Se puede ser científico sin ser de física, química, etc?. En fin, me uno a esto: "Kien no sea rarito ke levante la mano".
Secundo la frase de mm :) Petons,
¿Que levante la mano? ¿qué es eso de la mano? ¿Es que vosotros no tenéis tentáculos, como todo el mundo?
secundo la frase.
O como creeís que consideran los futuros economistas catalanes a alguién que acabó en su carrera porque en algun sitio tenía que ir a poner el huevo, cuando lo que le apasiona es explicar las cosa que pasan...siempre me puedo especializar en economía
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