jueves, diciembre 11, 2008

El incierto futuro del periodismo científico

(Publicado en Madri+d, donde me pregunto si alguien me lee).

El buen hombre pasó orgulloso a la siguiente diapositiva, mientras los científicos que componían su audiencia comentaban entusiasmados que se trataba de una gran idea. Pero yo no estaba convencida. El ponente, Jeff Nesbit, director de la oficina de relaciones públicas de la National Science Foundation (una de las mayores agencias gubernamentales de financiación de la ciencia en Estados Unidos), acababa de explicar que NSF lleva ya un tiempo proporcionando contenidos completos a diversos medios de comunicación.

Es habitual que los centros de investigación y otras agencias científicas intenten promover su ciencia y facilitar el trabajo a los periodistas científicos tanto como les sea posible. Pero lo que Nesbit estaba explicando va unos cuantos pasos más allá: NSF proporciona, gratis, el producto completo y encapsulado a varios medios, y estos lo publican. No estoy hablando de diarios locales: estoy refiriéndome a publicaciones estadounidenses a nivel nacional, como U.S. News and World Report. Esta revista se deshizo de prácticamente todos sus periodistas científicos hace un tiempo, y luego abrió completamente la sección de ciencia de su página web a NSF para que la agencia vertiera en ella contenidos. Sólo una discreta advertencia en la columna derecha explica a los lectores que todo lo que hay allí proviene de la agencia gubernamental.

En otros casos, como Popular Mechanics o Discover, no se trata de una capitulación de contenidos total, sino que la agencia colabora con las revistas en ciertos proyectos, como el programa “Unlocking the Secrets and Powers of the Brain” o el reportaje “Rebuilding America”. Además, NSF también está también llevando a cabo otras iniciativas para incrementar la presencia de la ciencia en los medios de comunicación, como invitar a periodistas estrella a estaciones de la Antártica o montar seminarios en los que se pone en contacto a científicos con guionistas de cine y televisión para que sean más realistas cuando escriban sobre ciencia.

Pero, volviendo al caso de U.S. News, me quedé alarmada. “¿Qué objetividad habrá en estas historias si eliminamos el filtro periodístico?”, pensé. Porque por supuesto, NSF promueve sólo a sus propios científicos. No dudo que, al menos en la mayoría de casos, se tratará de ciencia que valga la pena y de productos mediáticos potentes (NSF ha echado la casa por la ventana con este proyecto y no se limita a fabricar contenidos escritos, sino que también produce vídeos propios en su flamante nuevo estudio cerca de Washington D.C., con cuatro cámaras de alta definición). Pero al final, no se trata de periodismo, sino de relaciones públicas.

Le comenté a Nesbit mis dudas tras su presentación y reconoció que entiende que su proyecto, al que califica de “experimento”, puede dar repelús a los periodistas. “Pero la ciencia está desapareciendo de la prensa tradicional”, se defendió, señalando que su agencia intenta rellenar ese hueco.

En eso, Nesbit tiene más razón que un santo. Los medios de comunicación tradicionales llevan desde hace varios años agonizando lentamente y cuando es época de vacas flacas, una de las primeras secciones que ser sacrificadas es la de ciencia. Y este proceso se ha acelerado con la actual crisis económica: durante las últimas semanas, la CNN ha despedido a todos sus reporteros de ciencia y medio ambiente, el New York Times, cuya sección de ciencia es probablemente la más venerable del mundo, busca un préstamo de centenares de millones de dólares para poder tirar adelante, mientras que Los Angeles Times ha eliminado su ya muy reducida sección de ciencia y reasignado a otras secciones del diario a los pocos periodistas científicos que se habían salvado de rondas previas de despidos.

Con este panorama tan negro: ¿está el periodismo científico condenado a desaparecer? Tal vez sea así. Pero los hay que no creen que se trate de una tragedia, sino de una evolución. Matt Nisbet, profesor de la facultad de comunicación de la American University, predice en su blog que el futuro del periodismo científico y medioambiental “será en la web, en formato audiovisual o en multimedia, combinando el periodismo con la síntesis, el análisis, la narrativa personal y la opinión. El objetivo será informar, pero también persuadir y movilizar. Y, lo que es más importante, será sin ánimo de lucro, patrocinado por universidades, museos, think tanks, fundaciones, asociaciones profesionales como la AAAS u organizaciones afiliadas al gobierno como la NSF o las National Academies (of Science).”

Efectivamente, en el último año ya han nacido productos híbridos similares a los que describe Nisbet, como ProPublica, una asociación sin ánimo de lucro de periodistas de investigación, cuyos proyectos son financiados por la gente de su comunidad y ofrecidos gratis a los medios para que los publiquen, o Climate Central, un cruce de agencia de comunicación especializada en cambio climático y think tank que aúna a periodistas y científicos.

Tal vez será cuestión de dejar de lamentarse y hacer como dice la máxima: adaptarse o morir.