Mientras espero que me arreglen de una bendita vez Internet en casa (más de dos semanas llevan intentándolo), aprovecho un minutito libre en mi trabajo para copiar mi última columna para Madri+d.
Por cierto, la conclusión de esta columna me quedó un poco chapucera, ¿qué pensáis? La verdad es que me gusta bastante poco escribir comentario/opinión; lo mío es escribir noticias puras y duras. Y sin más preludios:
Cuando el arte colabora con la difusión científica
Mi sueldo de comunicadora científica se queda un poco corto a la hora de costearme tickets para ir a la ópera. Pero sí que da suficientemente de si para permitirme asistir, el sábado pasado en una sala de cine en las afueras de Washington DC, a la retransmisión en alta definición de una ópera que en aquel momento se estaba interpretando en el Metropolitan (Nueva York).
No se trataba de una ópera cualquiera: “Doctor Atomic” se centra en la fase final del Proyecto Manhattan, la carrera contrarreloj que libraron un puñado de físicos de los países Aliados para diseñar la bomba atómica antes de que lo consiguieran sus competidores nazis. La ópera consta de dos actos: el primero sucede unas semanas antes del ensayo de la bomba atómica en Alamogordo, New Mexico, en una operación cuyo nombre en clave fue “Trinity” (16 de julio, 1945). El segundo acto transcurre durante las angustiosas horas de la noche previa al ensayo, cuando los científicos y militares se preguntaban si la tormenta eléctrica desatada en los cielos de New Mexico permitiría llevar a cabo la prueba y si, en caso de que se pudiera, la energía desatada por la explosión sería suficiente para provocar que la atmósfera se incendiara.
El director del proyecto de la bomba atómica, J. Robert Oppenheimer, es el protagonista absoluto de la obra; científico brillante y hombre cultivado del que se rumorea que leía el Bhagavad-Gita en su idioma original, el sánscrito. La ópera retrata las tribulaciones morales de Oppenheimer: en una escena inicial declara, chulesco, que perder su alma le afectaría tanto como perder su tarjeta de vista, pero a medida que la obra avanza, su confianza se va desmoronando y hacia el final el espectador atisba el alma torturada que años después se identificaría con el pasaje del Bhagavad-Gita donde el dios hindú Vishnu declara: “Ahora, me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.
Confieso que la ópera en sí no me entusiasmó; la música era demasiado minimalista y algunos personajes, en especial el de Kitty Oppenheimer, me parecieron un pelín irritantes. Además, siendo yo periodista y por lo tanto ostentando un gran aprecio a la concisión, no podía evitar preguntarme por qué los protagonistas daban tantísimos rodeos para llegar a lo que tenían que decir (aunque a los otros miembros de la Asociación de Escritores Científicos de Washington DC que atendieron la proyección de “Doctor Atomic” les encantó, así que sospecho que tal vez la ópera no sea lo mío). Pero aun así, en mi faceta de “groupie” de la ciencia, no pude evitar emocionarme cuando, nada más alzarse el telón, el coro empezó a cantar "Matter can be neither created nor destroyed but only altered in form. Energy can be neither created nor destroyed but only altered in form" ("La materia no puede ser creada ni destruída, sólo se transforma. La energía no puede ser creada ni destruída, sólo se transforma"). También me parecieron admirables la descripción de la fisión nuclear (muy asequible para cualquier tipo de público), y el hecho de que el autor del libreto utilizara material procedentes de documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos y de comunicaciones entre los científicos, políticos y militares involucrados en el proyecto.
Así que en definitiva, estoy muy a favor de utilizar la ópera para difundir la ciencia, así como lo estoy de usar cualquier medio al alcance. "Doctor Atomic" todavía no ha visitado muchas ciudades (se estrenó en octubre de 2005 en San Francisco, y desde entonces se ha mostrado en Amsterdam y Nueva York, y se planea llevarla a Chicago), aunque tal vez con un poco de suerte llegue algún día a España.
Pero hay algo que me preocupa: el autor de la ópera, John Adams,explicó al New York Times que la inspiración para escribir esta obra le vino del impacto personal que el Proyecto Manhattan tuvo en su vida, ya que su infancia y adolescencia transcurrieron bajo la amenaza de la guerra atómica entre Estados Unidos y Rusia. Y lo que yo me pregunto es: en la actualidad, ¿está la ciencia dejando suficientemente huella en las vidas de los futuros artistas como para poder inspirarles cuando lleguen a sus años creativos?
Por cierto, la conclusión de esta columna me quedó un poco chapucera, ¿qué pensáis? La verdad es que me gusta bastante poco escribir comentario/opinión; lo mío es escribir noticias puras y duras. Y sin más preludios:
Cuando el arte colabora con la difusión científica
Mi sueldo de comunicadora científica se queda un poco corto a la hora de costearme tickets para ir a la ópera. Pero sí que da suficientemente de si para permitirme asistir, el sábado pasado en una sala de cine en las afueras de Washington DC, a la retransmisión en alta definición de una ópera que en aquel momento se estaba interpretando en el Metropolitan (Nueva York).
No se trataba de una ópera cualquiera: “Doctor Atomic” se centra en la fase final del Proyecto Manhattan, la carrera contrarreloj que libraron un puñado de físicos de los países Aliados para diseñar la bomba atómica antes de que lo consiguieran sus competidores nazis. La ópera consta de dos actos: el primero sucede unas semanas antes del ensayo de la bomba atómica en Alamogordo, New Mexico, en una operación cuyo nombre en clave fue “Trinity” (16 de julio, 1945). El segundo acto transcurre durante las angustiosas horas de la noche previa al ensayo, cuando los científicos y militares se preguntaban si la tormenta eléctrica desatada en los cielos de New Mexico permitiría llevar a cabo la prueba y si, en caso de que se pudiera, la energía desatada por la explosión sería suficiente para provocar que la atmósfera se incendiara.
El director del proyecto de la bomba atómica, J. Robert Oppenheimer, es el protagonista absoluto de la obra; científico brillante y hombre cultivado del que se rumorea que leía el Bhagavad-Gita en su idioma original, el sánscrito. La ópera retrata las tribulaciones morales de Oppenheimer: en una escena inicial declara, chulesco, que perder su alma le afectaría tanto como perder su tarjeta de vista, pero a medida que la obra avanza, su confianza se va desmoronando y hacia el final el espectador atisba el alma torturada que años después se identificaría con el pasaje del Bhagavad-Gita donde el dios hindú Vishnu declara: “Ahora, me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”.
Confieso que la ópera en sí no me entusiasmó; la música era demasiado minimalista y algunos personajes, en especial el de Kitty Oppenheimer, me parecieron un pelín irritantes. Además, siendo yo periodista y por lo tanto ostentando un gran aprecio a la concisión, no podía evitar preguntarme por qué los protagonistas daban tantísimos rodeos para llegar a lo que tenían que decir (aunque a los otros miembros de la Asociación de Escritores Científicos de Washington DC que atendieron la proyección de “Doctor Atomic” les encantó, así que sospecho que tal vez la ópera no sea lo mío). Pero aun así, en mi faceta de “groupie” de la ciencia, no pude evitar emocionarme cuando, nada más alzarse el telón, el coro empezó a cantar "Matter can be neither created nor destroyed but only altered in form. Energy can be neither created nor destroyed but only altered in form" ("La materia no puede ser creada ni destruída, sólo se transforma. La energía no puede ser creada ni destruída, sólo se transforma"). También me parecieron admirables la descripción de la fisión nuclear (muy asequible para cualquier tipo de público), y el hecho de que el autor del libreto utilizara material procedentes de documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos y de comunicaciones entre los científicos, políticos y militares involucrados en el proyecto.
Así que en definitiva, estoy muy a favor de utilizar la ópera para difundir la ciencia, así como lo estoy de usar cualquier medio al alcance. "Doctor Atomic" todavía no ha visitado muchas ciudades (se estrenó en octubre de 2005 en San Francisco, y desde entonces se ha mostrado en Amsterdam y Nueva York, y se planea llevarla a Chicago), aunque tal vez con un poco de suerte llegue algún día a España.
Pero hay algo que me preocupa: el autor de la ópera, John Adams,explicó al New York Times que la inspiración para escribir esta obra le vino del impacto personal que el Proyecto Manhattan tuvo en su vida, ya que su infancia y adolescencia transcurrieron bajo la amenaza de la guerra atómica entre Estados Unidos y Rusia. Y lo que yo me pregunto es: en la actualidad, ¿está la ciencia dejando suficientemente huella en las vidas de los futuros artistas como para poder inspirarles cuando lleguen a sus años creativos?