viernes, marzo 23, 2007

Spring break

¡Viva el sistema universitario americano y su largo "Spring break"! Aprovechando estos maravillosos 10 días de vacaciones, me he montado un viajecito en coche con dos amigos. Julia, Matt, el coche-bañera y yo nos vamos mañana al parque nacional de Canyonlands, en Utah, parando una noche en Las Vegas (y tal vez con paradas adicionales en Arches, Zion y Lake Powell, ya se verá). ¡Hasta el 1 de abril, gentes!

martes, marzo 20, 2007

Stanford Report (1)

Se acabó el trimestre de invierno, y con él mis prácticas en el Stanford News Service, donde me lo he pasado como una enana entrevistando a científicos de la universidad. He aquí algunos de mis artículos, que ya han sido publicados en la publicación semanal Stanford Report:

Aerosol pollution slows winds, reduces rainfall [link]
Global effort to provide poorest with basic sanitation slow going [link]
Mobile communication devices may be pocket-size persuaders in next 10 years [link]
Cellulosic ethanol: Fuel of the future? [link]


Hay cuatro artículos más que están esperando a ver la luz. Ya actualizaré cuando salgan.

Y el trimestre que viene... me espera el Stanford Linear Accelerator Center, donde escribiré sobre física de altas energías y astrofísica. Dios nos pille confesados...

miércoles, marzo 14, 2007

De lechugas y otras hierbas


En enero se publicó un estudio que afirmaba que Santa Cruz es el pueblo con más opciones de comida sana de toda California (aquí podéis leer el artículo al respecto en el Sentinel y que, por cierto, escribió uno de mis compañeros de clase). No me sorprendió demasiado: desde que empecé a ir al súper por aquí, una de las primeras cosas en las que me fijé es que todo, todo, todo, es “organic”. Desde las lechugas, pasando por los cereales del desayuno, hasta la comida para las mascotas (pero yo a Lola le compro pienso comercial, que sale más barato. Y bien guapa que está). Y la opción orgánica no sólo la encuentras en tiendas súper saludables como New Leaf, sino que hasta la cadena nacional Safeway ha puesto un apartado orgánico en la zona de frutas y verduras. Está bien, no me importa: la comida orgánica no es mucho más cara que la comercial (al contrario que en España, donde orgánico = sácate un riñón y pasa por caja), y no sé si será por la publicidad, pero las frutas cultivadas sin herbicidas ni pesticidas me han comenzado a saber mejor que las de toda la vida.

Lo que no me tiene tan indiferente es lo del vegetarianismo, que pese a que no ha sido científicamente probado que vaya relacionado con lo de “organic”, a mí me huele que es así. Y es que en Santa Cruz hay mogollón de vegetarianos. Viniendo de una sociedad muy carnívora (¡olé el jamón!), al principio me sorprendió ver la de opciones vegetarianas que había en todos los restaurante (“sustituye los huevos por tofu por sólo un dólar más”). Después me di cuenta de que algunos de los amigos que invitaba a cenar a casa eran vegetarianos y que, maldición, yo le había puesto un poco de embutido a todos los platos. Creo que más o menos he aprendido a preguntarles a mis invitados si tienen “dietary restrictions” antes de empezar a cocinar. Pero lo que todavía no he aprendido es a no ponerles cara de pena y decirles “pobrecilla/o, no sabes lo que te estás perdiendo”, o el gran clásico: “si pudieras probar el jabugo, te olvidabas de tus hierbas”. No se lo toman muy bien, como tampoco le mola a mi amiga Lisa que le diga “¡Vente a cenar! Siempre tendremos alguna zanahoria para ti” o a mi amigo Matt (que se viene conmigo y Julia en un road trip que hemos montado para estas inminentes vacaciones de primavera) cuando le amenazo con echarle trocitos de bacon en las comidas que prepararemos con el cámping gas. Mi otra amiga vegetariana, Rachel, tiene más aguante con mis bromas, pero es que ella es una vegetariana de mentirijillas, ya que a veces se zampa los trozos de frankfurt que pongo en mi deliciosa ensalada de patatas.

No sé, tal vez la falta de proteína va asociada con una pérdida del sentido del humor… o tal vez mis guasas no tienen ni puta gracia. La verdad es que ya podría ser más buena con mis amigos vegetarianos, porque son vegetarianos buenos, del tipo “live and let live”, no de la clase de los que tienen que evangelizar a los demás sobre su maravillosa opción alimentaria (que de esos también los hay, que me lo han contado).

lunes, marzo 12, 2007

Moda californiana

De repente hace un calor de la hostia en Santa Cruz. De un día para otro, hemos pasado de la fría temporada de lluvias a estar a 25˚C y con un cielo sin nubes... coincidiendo con el cambio de horario primaveral, así que también tenemos una hora extra de luz por la tarde. Todo esto me ha animado a sacar las sandalias del armario y convertirme en una auténtica californiana. Porque aquí, las sandalias, o flipflops, son la pieza más esencial del vestuario. Los californianos las llevan en verano y en invierno, con frío o con calor. De hecho, el otro día fui a ver una ópera amateur del coro de mi universidad y había dos chicas que llevaban flipflops. "Elegantes" (o sea, negras, para ir a conjunto con el vestuario), pero sandalias al fin y al cabo.
Y es que los californianos serán todo lo que tú quieras, pero muy sofisticados a la hora de vestir, como que no. Un amigo mío alemán, Jan, que ha estado viviendo y haciendo la tesis en California durante cuatro años, se ha ido a París a hacer una estancia de tres meses, y me ha escrito lo siguiente: "I have yet to learn about the sense of style that folks have here, that is somewhat difficult after 4 years in Santa Cruz".
El siguiente elemento esencial en el vestuario californiano es la sudadera. La mayoría de las veces con las siglas de alguna universidad, o de las marcas surferas de moda. Y si lleva capucha, mejor. Entonces se le llama hoodie.
Hasta ahora he descrito dos piezas de vestuario unisex. El elemento diferenciador entre féminas y varones de Santa Cruz son los shorts (para ellos) y las falditas ligeras (para ellas), del tipo que yo me compré en India por cuatro chavos pero que a ellas les deben haber costado un pastón en las tiendas hippy-alternativa-pero-ahí-te-la-clavo que abundan por Pacific Ave., la calle comercial del pueblo. Y si hace mucho frío (pero mucho, ¿eh? Que yo he ido por la calle con abrigo y bufanda y ellos seguían con sus shorts), tanto ellos como ellas sustituyen shorts y falditas por jeans.
Así que variedad en el vestir, lo que se dice variedad, no mucha. Pero en ocasiones me llevo sorpresas, como las veces que he visto subir al autobús de la uni a gente con pantalones de pijama y pantuflas (en plan: ande yo caliente...) Lo bueno es que desde que vivo aquí, ya no me preocupo demasiado sobre el qué me pongo.