sábado, diciembre 16, 2006

Momentos de relax del fall quarter

Al llegar a Barcelona me ha sorprendido comprobar que a algunos amigos que siguen mi blog (¡que son más bien pocos, ya les vale al resto!) les he transmitido una imagen demasiado negativa sobre mi vida en Santa Cruz. Es decir, sí que pasé muchos nervios y agobios por culpa de la enorme carga de trabajo del primer trimestre del máster. Y seguro que esto se reflejó alguna vez en el blog. Pero también he tenido momentos estupendos, especialmente hacia el final del trimestre, cuando se aligeró la cosa y pude hacer un poquillo de turismo. Y, para que quede claro, en general estoy encantada con mi vida allá.

Así que voy a hacer recapitulación de algunos momentos estrella del fall quarter en Santa Cruz.

1. Thanksgiving

Durante bastantes semanas estuve planeando pasar Acción de Gracias con los demás becarios de "La Caixa" que están estudiando en la Coste Oeste. El problema, como siempre, era la concreción. Todo el mundo decía que sí sí sí, pero nada de especificar dónde. Yo quería ir a Los Angeles, pero los de LA al final dijeron que querían olvidarse de su ciudad por unos días. Se habló de Berkeley y Davis, pero la candidatura de Santa Cruz triunfó. Entonces resultó que mis compañeros de clase también estaban organizando una cena de Acción de Gracias y al final nos juntamos todos en casa de Sarah. Además, escribí un artículo sobre mi primer Thanksgiving en los Estados Unidos que tuvo bastante buena acogida, incluso recibí cartas de los lectores dándome la bienvenida a los States y deseándome que participe en todas sus tradiciones. Si es que la gente de Santa Cruz son majetes...


Estos somos los que elaboramos el pavo: a mi izquierda, Jan; con camisa azul, Ewen (el chef) y Sarah, que puso la casa con su cocina gigante con dos hornos.

Y he aquí la perfección hecha pavo:

Lo que no sale en el artículo del Sentinel es que al final nos juntamos más de 20 personas en dos grupos bien diferenciados: los americanos - tranquilos, silenciosos- y los siete españoles (más un alemán), que éramos un escándalo. Sobretodo cuando David se apropió del baster (una especie de pipeta gigante que se utiliza durante la cocción de pavo para recoger los jugos que suelta el ave y volver a rociarla con ellos) y nos persiguió por el salón. Ante este espectáculo, mis colegas gringos optaron por refugiarse en la sala de estar jugando al Trivial. En fin, dos maneras diferentes de celebrar una fiesta…

2. Big Sur

El fin de semana de Thanksgiving, David y Santi, que habían venido de L.A., se quedaron un par de días más (los pobres Irenka & Diego y Raul se volvieron a sus respectivas ciudades porque tenían que estudiar para los finales o acabar trabajos varios). David había venido a Santa Cruz con la idea de ir de visita a San Francisco, pero Santi, que es un poco más agreste, tenía ganas de naturaleza. Y yo, la verdad, me inclinaba más por el plan de Santi. Así que sintiéndolo mucho por Davidillo (aunque él me ha asegurado unas cuantas veces que le encantó el cambio de planes), nos fuimos a Big Sur, que es una maravilla de zona de costa protegida al sur de Monterey. Qué alucine. Me muero de ganas de volver allá un fin de semana largo y acampar por ahí.


jueves, diciembre 14, 2006

Vuelve, a casa vuelveeeeee....

Estos señores son mis papás, que me vinieron a recibir al aeropuerto con una pancarta de bienvenida diseñada por mi hermano. Por si no se ve bien, es Governator levantando a peso dos "guarans catalans" (burros catalanes). Comprensiblemente, me dio la risa tonta cuando lo vi (y no fui la única persona en el aeropuerto a la que le pasó) y se me olvidaron las 17 agotadoras horas que me había pasado viajado (11 de ellas en un avión cargadito de bebés llorones. Angelitos).

Me gustaría poder escribir sobre la confusión que se siente al volver a casa tras cuatro meses pasados en California, pero la verdad es que al día siguiente de llegar pillé una faringitis del copón y la fiebre no me ha dejado meditar mucho. Aún así, la primera tarde me sorprendió que la dependienta del Caprabo pusiera esa cara de desgana total cuando estaba cobrándome y sólo me dijera "son 42 euros con 50". También me chocó el desprecio que mostraban mi madre y los demás conductores por los pobres peatones que intentaban cruzar un paso de cebra.

Aparte de esto, parece que todo sigue igual. Excepto yo, que ya no sé a dónde pertenezco.